Días atrás, el día 6, cantábamos en
Zaragoza a invitación del coro Santa María del Pilar - Marianistas, con sede en
esa ciudad. El lugar elegido por nuestros anfitriones para el encuentro de
corales fue el Salón de Actos de Ibercaja-Actur.
No es un
salón muy grande, sí muy íntimo. Muy confortable, muy adecuado a nuestro tamaño,
con una acústica excelente, con un escenario dotado con piano.
Bien, según
accedemos a la caja escénica por la parte posterior, el foro, para tomar la
posición habitual y proceder a la puesta a punto de las cuerdas vocales y a la
afinación de voces, de repente ¡flash!, el suelo oscila y la cabeza intenta
compensar la inclinación inversa que percibe en la sala: al revés que en otros
auditorios, la sala cae según aumenta la distancia al escenario. (Ved la imagen
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Eso no es
normal, nos decimos unos a otros, ¡estos arquitectos…!, pero no, todo es un
“trompe d´oeil”, un trampantojo, un engaño generado por la forma geométrica de
los paneles en los muros laterales, separados y con la unión inclinada hacia el
escenario, abierta e iluminada, junto con el zócalo más elevado en la parte
posterior, para dar una perspectiva inversa.
Mas todo se
ordena en nuestra cabeza, si, aguantando el engaño, bajamos a la platea, donde
parece que bajamos pero, si volvemos la mirada vemos que estamos subiendo que
es lo esperado para que los muebles se nos ordenen dentro del cráneo.
Fue un concierto precedido por interpretaciones de
nuestros huéspedes y ambos coros muy aplaudidos.